lunes, noviembre 23

Fuera dolor.

Después del sábado lloroso que acaba de pasar...

Saqué todos mis demonios y por fin pude hablarlo: si mamá, lloro y estoy así por que engordé 7 kilos y me odio.

Que difícil es decirlo, porque para cualquiera que lo escuche, caer en ese estado de depresión y somnolencia por haber engordado es asquerosamente ridículo.

Pero así es, para mí mi peso es el mundo entero, y todo gira alrededor de la báscula, de cuánto se me caen o me aprietan los jeans. Mi estado de ánimo entero depende de ello, no me importa que tan ridícula sea.

Pensar, darse cuenta de las cosas es difícil. Hablarlo con mamá (que además es gravemente culpable de todo) lo es bastante más. Pero lo hice. Hablé, le lloré, le pedí que me abrazara.

Y ella con su discurso de siempre, "lo único que tienes que hacer, es un poco de ejercicio". Y la verdad es que tiene razón. La inercia sólo lleva a más inercia, mientras más duermo, más quiero dormir.

Hace una semana, la idea de enfundarme unos pants y salir a correr me provocaba asco. Hoy no me suena tan horrible, y hasta tengo ganas.
Hasta me compré unos tenis, y varias cosas más que me motivan.

Me ha caído un dinerito extra, y pienso gastarlo sólo en cositas que se me vean hermosas cuando vuelva a bajar esos kilos.

Estoy feliz, tengo justo la motivación que estaba buscando.

Así que hoy salí de mi cama, pensando en que quería regresar a dormir. Pero en lugar de eso, me fui a la escuela, disfruté mis clases, edité el corto que estoy dirigiendo, me reí mucho, hice uso de mi coquetería con mi maestro (juro que jamás en la vida me había gustado tanto alguien) y regresé a mi casa con una sonrisa en la cara, fantaseando que nos amamos y tenemos hijitos.

Les cociné a mis roomies, comimos (macarrones con queso) y jícamas con chile, sin preocupaciones.
Me esperan mis tenis para ir a correr, y la esperanza de que no se me quite la alegría.

Estoy terminando el semestre y al menos debería mantenerme ocupada estudiando, pues descuidé mucho la escuela esta vez. Cuando salga de vacaciones, tengo planeado hacer un curso en Xalapa de baile y actuación, igual para mantenerme ocupada y gastando calorías, haciendo lo que me gusta en la ciudad que amo.

Además quiero cortarme el cabello muy pero muy chiquito, y para eso debo eliminar los cachetes.

Así que me harté de estar harta de todo, y he decidido que no voy a permitir que se me sigan llendo los días en el letargo.
No hay duda, el ocio es la madre de todos los vicios.
Dios me libre.

Besos para todas.

sábado, noviembre 21

Aburrida.

Estoy harta del letargo.
Y de hacerme promesas que nunca cumplo:
"El lunes...."
"Pero mañana..."

Harta de la esperanza de mejorar, de cambiar.

Harta de comer, de dormir y de llorar.
Harta de gritarme a mí misma, del dolor de cabeza que no se va.

Harta de ser una antisocial.
Harta de ver cómo mis amigos se han ido, poco a poco.

Harta de ver que es sábado, son las 11 de la noche, y estoy en mi casa llorando otra vez. Harta de pensar que "debería" estar en un bar con tres amigas, hablando de estupideces.

Harta de esperar que alguien me invite, y harta de no poder tomar el teléfono para invitar a alguien.

Estoy más harta de verme y odiarme, harta de la culpa que me producen los días sin vomitar y harta de la culpa que me produce que ya pasó otro día y no hice ejercicio.

Harta de no tener ganas de nada, y harta de no poder cambiarlo.

Harta de rascar en mi interior para ver si encuentro motivación para moverme.

Harta de no poder escribir, no poder bailar, no poder planear cosas para mi vida.
Harta de saber que necesito cambiar otra vez, y no saber qué es lo que hay que cambiar.

Cansada... de saber que me estoy desperdiciando a cada minuto que pasa.

Estoy cansada de llenar mi vacio con comida y compras impulsivas.
Cansada de sentir el estómago todo el tiempo a punto de explotar, y seguir con la necesidad de comer más y más.

Cansada de poner el dolor de estómago como pretexto para echarme a dormir otra vez.

EStoy cansada de querer siempre más ¿de qué? No se.

Cansada. Completamente aburrida.

lunes, noviembre 9

Hoy es lunes y he vuelto.


Como dije, basta de consentirme.


¿Bulimia? Sí.

¿Vómitos? No. ¿Laxantes? Tampoco.


Dieta de 800 calorías distribuidas a lo largo del día: Bienvenida.


¿Ayunos? Nunca más.

¿Atracones?


Sólo si consisten en pepino y baby carrots.


Bienvenidas las vitaminas en pastillas, también.


En 2 meses subí 7 kilos, exacto los que había bajado en todo el semestre pasado.

Increíble.


¿Y qué esperaba?

Pero ya estuvo bueno. Tengo antes de navidad para bajarlos.

(Mi familia es una presión bastante grande saben?? y como mis tías ya me vieron delgada en agosto, para navidad debo estar igual o mejor)


¿Y qué pasa con la ansiedad?

Es exitosamente combatida con nicotina, cafeína y sibutramina.

(Amo las drogas)


Here I am again.

sábado, noviembre 7

Cual cuadro de Botero.



Estoy devastadoramente gorda

Incontrolablemente G-O-R-D-A.


Ni hablar, me ha vuelto la bulimia.


Y cuando ella llega, se van mis ganas de todo.


Mis ganas de salir, por gorda.

Mis ganas de escribir, mis ganas de pintar, mis ganas de bailar.


Mis prendas aprietan mis muslos, mis brazos y mis sueños.


Ya se fue mi autoestima, mi energía y mis ganas de estar en todos lados.


De vomitar, nada. Espero que eso no vuelva.


Pero la bulimia no la hacen los vómitos, sino las obsesiones.

Eso de que la comida se vuelva el centro de la vida.


No sé qué hacer... no quisiera volver a lo de antes.

Pero a la vez todo resulta tan sencillo: la verdad nunca me fui.


He dormido cual oso en invierno.

Estoy cansada (¿de qué?)

Mamá preguntó: ¿Cansada o deprimida?


Vaya, la respuesta es evidente.


Vuelvo, silenciosamente.