Odio mi casa.

Odio venir a mi casa.

Para quienes no saben, estudio en otra ciudad, a tres horas de mi ciudad natal.

Entonces, los fines de semana (casi todos) hago el viaje a mi casita.

Y lo odio, porque entonces toda mi perfecta semana se echa a perder.

Odio sentirme querida, en paz, a gusto, en casa. Como, como y como. Me olvido de todo: de tomar agua, de hacer ejercicio, de vomitar.

Porque me siento querida y aceptada (a veces, sobretodo cuando mi mamá se da cuenta que empiezo a bajar de peso y entonces trata de hacerme comer a todas horas, y yo digo sí).

Odio las comilonas familiares, como hoy, que la pasamos tan bien que ni cuenta me doy qué es lo que estoy comiendo. Postre y hoy hubo hasta piñata, qué mierda.

Qué mierda que no pueda ser una persona normal, que disfrute sentirse querida por su familia. Lo peor es que los amo tanto, que soy tan dependiente de ellos....

El próximo fin de semana, olvídense de mi.
Necesito pensar sólo en mí.
Es tiempo de estar sola.
Es tiempo de ser egoísta.

Abuela: no me digas que me ves más delgada, que puedo llegar a creermela.
Tía preferida: no me digas que cada vez estoy más guapa, no me mientas por favor.

Mamá, olvídame. Tu niña necesita ser delgada.